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8 Diciembre, 2024
Adviento
II
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Baruc 5: 1-9
Filipenses 1: 4-6, 8-11
Lucas 3:1-6
Las lecturas de hoy
hablan del camino que lleva a Jerusalén, o sea, para los judíos, el sitio donde
se encuentra Dios. El profeta Baruc habla a los habitantes de Jerusalén, durante
el tiempo del exilio, diciéndoles que deben dejar sus vestidos de luto y
aflicción y vestirse en alegría y esperanza. Jerusalén estaba destruido, pero
Dios estará con su pueblo para establecerlo otra vez en todo su esplendor. Nos
da una imagen fuerte. Para ayudar a su pueblo llegando del exilio, Dios hará
abajar las montañas y aplanar la tierra. Dios quiere la liberación de su gente y
les promete protección en su caminata.
Vemos el mismo tema en el Evangelio. Juan está predicando un bautismo de
penitencia para el perdón de los pecados y citando el pasaje del libro de
Isaías. Esta vez es Jesús que va a guiar su pueblo a la nueva Jerusalén, o sea,
la presencia de Dios. Dios está tan ansioso para la seguridad de su pueblo que
no solamente les va a acompañar, pero más bien, va a preparar el camino para que
no encuentren obstáculos. Es una imagen de un Dios cariñoso que hace todo lo
posible para guiar a su gente.
El Evangelio empieza con una lista de líderes políticos, civiles, y religiosos.
Son ellos los que deben estar guidando al pueblo, indicándoles donde hay
obstáculos y peligros. Pero no es así. La palabra de Dios no se manifestó en la
presencia de los jefes del estado o del templo. Más bien, la palabra de Dios
viene por la presencia de un profeta en el desierto, un hombre que vivió lejos
de la sede de poder. La energía del Espíritu de Dios no encontró espacio en los
palacios o en el templo. Llegó a un hijo de un sacerdote que vivió en el
desierto, lugar de purificación y oración.
Juan sabía que existieron obstáculos en el camino del Señor, y entendió que su
papel era anunciar un tiempo de purificación, o sea, un bautismo de penitencia
para preparar el camino del Mesías. Este Mesías iba a inaugurar una nueva época,
una época de justicia en la cual era posible vivir en la presencia de Dios. Juan
predicó la penitencia. Mas luego Jesús vendría para predicar la plenitud de la
vida con su Padre. Juan predicó el camino de perdón; Jesús vendría para predicar
la llegada del Reino.
En esta segunda semana de adviento es bueno preguntarnos cuales son los
obstáculos en nuestro camino. Podemos entrar en el desierto de nuestro corazón,
lugar de purificación, para ver lo que hay escondido. Puede ser que hay
resentimientos de años atrás; tal vez hay una actitud de juzgar y criticar a
otros; a veces es casi imposible de perdonar. Lo que vemos puede asustarnos. En
la mente tal vez encontramos tendencias de abusar a otros en palabras y
pensamientos. O tal vez un sentido de superioridad. Todas esas cosas son
obstáculo en el camino del Señor.
Las lecturas nos invitan a tener bien en cuenta la meta de este tiempo de
Adviento. Es la llegada del Mesías y la inauguración del Reino de Dios. Es
tiempo de alegría, de luz y de gloria. Es el reino de misericordia y justicia.
Vale la pena prepararnos bien.
Sr. Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
(Las últimas siempre aparecen primero).
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